Nota: En estos días donde se celebra y se honra a los muertos en tantas diferentes tradiciones y países, decidimos postear la visión de la muerte y renacimiento acorde con el Budismo, con este artículo traducido de Buddhism Today. Volumen 6. 1999.

Cuando las personas hablan sobre el bardo usualmente piensan en el momento siguiente a la muerte. El término, sin embargo, va mucho más allá. Se refiere a cualquier «estado intermedio». Todos los seres experimentan, en su vida entera, tales estados intermedios hasta la iluminación, cuando la mente reconoce su clara luz atemporal. Justo ahora en esta lectura, por ejemplo, estamos en el bardo de estar despiertos – al menos eso espero -. Nos comunicamos con símbolos y palabras, y percibimos el mundo a través de nuestros sentidos. La noche corresponde al bardo del sueño, de la oscuridad y la falta de conciencia. Para aquellos afortunados que conocen la meditación de la clara luz bastante bien, la experiencia es similar a descansar en un océano de luz.

También hay períodos cuando las impresiones guardadas llegan de diferentes formas, como en los sueños. Este es llamado el bardo de los sueños, y probablemente incluye la mayoría de las condiciones inducidas por las drogas. Entonces nos despertamos nuevamente y reanudamos la consciencia despierta. Evidentemente, todo lo mencionado hasta aquí es condicionado y cambiante y no puede ser de beneficio definitivo para todos los seres. Si meditamos, sin embargo, surge un estado que es en esencia clara luz atemporal, una conciencia que no es dependiente de nada. Esta más allá del nacimiento y la muerte, sin ir o venir. Todas las prácticas del Camino del Diamante apuntan a hacer a la consciencia radiante siempre presente. Mientras están vivos, los seres, tanto humanos y animales, se mueven entre los tres bardos anteriores, estar despierto, durmiendo o soñando. Al morir, otros tres bardos aparecen.

Primero, viene el proceso de la muerte como tal. Ya sea una muerte rápida o lenta hay una transformación. Luego, sigue un período donde la mente continúa su fluir habitual de la vida previa. Después de reconocer que uno está realmente muerto, un proceso de reestructuración tiene lugar y, dependiendo del estado dominante, la mente entra en un nuevo reino dentro de los seis niveles de existencia. Siempre ha sido así. De la misma forma como el espacio no tiene comienzo, la mente tampoco tiene punto de partida. Tanto fuera como adentro ha estado constantemente jugando, expresándose y experimentando su riqueza de incontables formas. Estos seis bardos se han alternado siempre; los tres cotidianamente y los tres que siguen cuando los seres no liberados se mueven hacia su próxima vida.

Ustedes vinieron aquí esta noche a fin de conocer lo mas reciente. A fin de entender lo que sucede en la muerte, necesitamos primero mirar en la mente. En su esencia la mente es espacio. Esta no tiene color, peso, olor ni tamaño. No esta hecha de nada; no fue nacida; ésta no morirá. No ha venido de ninguna parte así que no se irá. Este espacio, sin embargo, no es un agujero negro. Esto tampoco implica desaparecer ni la no existencia. Su naturaleza es rica. Juega, se expresa a sí misma, sueña, deja que las cosas ocurran y luego las disuelve nuevamente. Tiene un gran poder y es al mismo tiempo ilimitada. Donde quiera que veamos, no hay fin para esto – siempre más cosas pueden suceder. En la medida que este reconocimiento comienza, ningún sentimiento condicionado puede vencerlo, y un gozo sin miedo y espontáneo, y una compasión activa, no sentimental y de gran alcance aparece naturalmente. Si ese fuera el estado constante de los seres, si estuviésemos siempre conscientes de la mente misma, todo sería fácil. Entonces morir y renacer sería como cambiar de ropa. La clara luz de la mente, su conciencia radiante y, el gozo y el poder de su actividad nunca se detendrían. Sin ninguna brecha de consciencia, y viendo nuestro cuerpo y habla cada vez más como herramientas, podríamos libremente seleccionar renacer en lugares de máxima utilidad para otros.

Por supuesto esto está lejos de la experiencia diaria de la mayoría de los seres. Quien no medite rara vez vislumbra la esencia de la mente. Entonces esto solo sucede por suerte, como al hacer el amor o durante la caída libre antes que el paracaídas se abra. Ya sea que su eterna frescura se manifieste a través de un proceso continuo o accidentalmente, es la total certeza y el gozo profundo lo que aparece cuando nos olvidamos de esperar, temer o anhelar.

Se expresa a sí mismo como un amor que tiene pocos conceptos. En vez de la brillante luz de la mente o sus mas impermanentes visiones claras, sin embrago, los seres no iluminados se identifican con su corriente de impresiones. Ellos buscan una esencia duradera en el flujo cambiante producido a través de sus cuerpos y su actividades mentales.

Aunque, consideradas a ser reales, tales situaciones y sentimientos no pueden durar. Su naturaleza es como un río – aunque, agua nueva lo recorra constantemente, hay todavía una continuidad, y la gente se identifica con este como una corriente de consciencia. Hay una causalidad entre un niño de 7 años y el posterior adulto de setenta. Sin el primero no puede estar el último, sin embargo, cada partícula, cada molécula es nueva.

En un cierto punto, este proceso no puede adaptarse más al cuerpo. Cuando este no puede contener más a la mente, eso es la muerte. La muerte luce muy diferente cuando se muere lentamente, como de SIDA o cáncer, o si nuestro cuerpo se desintegra debido a pisar una tierra minada, o teniendo un accidente a alta velocidad. El proceso que tiene lugar, sin embargo, es el mismo. Ya sea que ocurra en un instante o en un período prolongado, la energía que se utiliza para distribuir a lo largo del cuerpo siempre se mueve hacia el eje central. En las grandes religiones de experiencia, el cuerpo trae sucesivamente varios sistemas energéticos. Ellos dependen de la meta buscada, ya sea el de estados de dioses sin forma, una larga vida balanceada o la clara luz de la mente. En el hinduismo este trabaja en la espina dorsal, en el taoísmo en una elipse a través del cuerpo, y en el budismo el canal central de energía reposa entre un punto ocho dedos detrás de la línea original del cabello en el tope de nuestra cabeza y finaliza cuatro dedos abajo del ombligo. De este tubo de energía primaria en el centro de nuestro cuerpo cinco ruedas diferentes se dispersan ramificándose en 72.000 canales. Siendo femeninos, ellos son esencialmente espacio e intuición. Dentro de ellos yacen energías masculinas potenciales, las cuales sólo son completamente despertadas en la iluminación. Su naturaleza es compasión y gozo. Durante el proceso de muerte la conexión con los sentidos externos primero se recoge hacia el centro de nuestro cuerpo y luego, las cinco ruedas colapsan en el canal central de energía. Durante ese proceso uno primero pierde poder. Una presión es sentida sobre el cuerpo y las impresiones sensoriales se hacen confusas. Entonces, nuestro control sobre los elementos fluidos se pierde. Uno se siente como si flotara en agua y saliva de la boca y nariz. Seguidamente a esto, uno se vuelve reseco, y el frío penetra por las extremidades. Ahora, cercanos a la muerte, nuestra respiración es superficial y entrecortada y los no meditadores pierden la última habilidad para concentrar la mente. Dependiendo de nuestro Karma, las impresiones absorbidas durante nuestra vida, cualquier cosa puede aparecer, desde el maravilloso sentimiento de gozo significando experiencia luego de un Phowa hasta estados de gran pérdida con temor y frustración. Aquí el karma puede hacerse ya muy visible. Al final, uno toma tres exhalaciones muy largas, y eso es todo. Aunque en este momento las personas son declaradas «muertas», durante los próximos 20 o 30 minutos un proceso energético continúa dentro de los ejes magnéticos del cuerpo.

Este canal de energía apareció cuando nuestra consciencia de la vida anterior se juntó con la esperma y el óvulo de nuestros padres. Las dos células, cuya información genética dio las bases para nuestros cuerpos actuales, adicionalmente, cada una lleva una carga energética.

En la meditación la esencia masculina es experimentada como blanca y la femenina como roja. Cómo billones de células se formaron en nuestros cuerpos humanos, la energía blanca se movió hacia arriba y ahora está centrada alrededor de ocho dedos detrás de nuestra línea original del cabello en la coronilla de nuestras cabezas. Al mismo tiempo la energía roja se movió hacia abajo y ahora reposa cuatro dedos debajo del ombligo en el centro del cuerpo.

Entre estos dos polos yace un eje con las ruedas y canales mencionados anteriormente.

Luego que uno deja de respirar, durante los siguientes diez o quince minutos la energía blanca deja de aferrarse del tope de nuestra cabeza y se mueve hacia abajo hacia el corazón.

En su camino hacia abajo, una hermosa clara luz es experimentada, cómo de la luna, mientras treinta y tres sentimientos, cuya base está en la rabia, desaparecen. Muchos escuchan el sonido de la sílaba HANG y la memoria es tan intensa que un frecuentemente ve seres que han muerto antes que uno.

Después de eso, una luz roja asciende desde el punto cuatro dedos debajo de nuestro ombligo. El sentimiento es muy poderoso y la luz es como un profundo atardecer. Mientras se mueve hacia arriba al corazón, también tomando entre 10 a 15 minutos muchos escuchan la profunda vibración AH. Cuarenta sentimientos de apego desaparecen en este punto y un gozo indescriptible es sentido. De veinte a treinta minutos después de la muerte estas dos energías se han fusionado así en el centro de nuestro pecho y todo se vuelve negro. Mientras esto sucede, siete velos derivados de la ignorancia se disuelven.

Luego, aparece una luz radiante, totalmente más allá de la conciencia personal. Si podemos mantener ese estado la meditación es llamada thugdam. Esto significa que la mente esta al margen del corazón en una condición que no separa la verdad externa e interna. Aquí, su abierta, clara e ilimitada esencia penetra todos los tiempos y direcciones; esta es la conciencia de los lamas como Karmapa. Esto es comparado como el encuentro entre un niño y su madre y, si puede ser mantenido, hay una verdadera iluminación. Toda separación entre espacio y energía, así como entre pasado, presente y futuro, luego desaparecen.

Quien no pueda mantener este estado se oscurecerá. El libro Tibetano de los muertos menciona un período de tres a cuatro días de inconsciencia después de la muerte. En el caso que las personas muertas han venido a mí, a pesar de eso, transparentes, pero, de forma diferente, luciendo como normalmente lo hacían, esto siempre ha sido después de sesenta y ocho horas. Pienso que se debe a que todos ellos fueron personas citadinas y muy bien educadas. Así que sus procesos mentales fueron muy rápidos. Cuando uno se despierta después de la muerte, hay un sentimiento de que algo está fundamentalmente mal. Sin embargo, aún si nuestro cuerpo está conservado, uno evitará verlo y en cambio tratará de alejarse. Este estado es altamente confuso porque, no teniendo cuerpo, cualquier lugar del que uno piense uno automáticamente está ahí. También, nuestra inteligencia es mucho más aguda que cuando estabamos vivos, y, aunque podemos leer los pensamientos de los vivos, no podemos comunicarnos con ellos. Cuando uno se sienta en una silla, la gente se sienta sobre uno y cuando uno les habla, ellos simplemente se van. A pesar de tantas señales los seres no quieren reconocer que están muertos. Luego de los tres días de inconsciencia, le sigue una semana durante la cual la gente continúa dentro de sus hábitos mundanos de su vida anterior. Luego, nadie puede evitar por mas tiempo el darse cuenta que no tiene un cuerpo físico. Este reconocimiento puede solidificarse cuando se para delante de un espejo no encuentra ningún reflejo. Algunos se descubren a sí mismos caminando sobre la arena sin dejar ninguna huella de pisadas y otros pueden poner sus manos en agua hirviendo y no quemarse. En ese momento, la mente reconoce: «Ahora estoy muerto, ya no tengo mas un cuerpo», y este es un choque tan grande que uno cae inconsciente por segunda vez.

Cuando uno se despierta de nuevo, la mente se ha mudado a un nuevo estado. Aquí, el flujo compartido de la superficie de nuestra consciencia se ha detenido y nuestras impresiones subconscientes individuales emergen como experiencias muy fuertes. Aunque pueden ser mayormente comparadas con grandes sueños individuales, uno también espera que sean reales y siente esperanza y disgusto.

Mientras uno continúa manteniéndose y alejándose como siempre, por los próximas no más de cinco semanas y media (de modo que estos tres estados intermedios no duran más que siete semanas en total), nuestra tendencia más fuerte elabora su vía a través de otras impresiones de la mente. Si un lama o una práctica de meditación habitual no están ahí para ayudar, estas tendencias deciden la dirección de nuestro próximo renacimiento. Aunque el reino humano provee un amplio rango de posibilidades kármicas, desde el sufrimiento de las mujeres musulmanas y la gente en Africa, hasta las personas con estilos de vida lujosos y libres como en los suburbios occidentales, también cinco niveles de existencia no humanas diferentes pueden aparecer de las tendencias almacenadas de la mente.

Tres tipos de reinos divinos aparecen del sentimiento del orgullo. Si hemos realizado buenas acciones, pero con el sentimiento de «Yo estoy haciendo algo por ti», ellas no son liberadoras, pero dependiendo de nuestra inteligencia, ellos producirán niveles de consciencia mas placenteros. Así como los deseos son automáticamente satisfechos ya sea en los seis «reinos de los deseos», también lo es la satisfacción estética en los setenta «reinos de la forma». Los mas altos entre los dioses son aquellos en las cuatro condiciones de intensa abstracción.

Como la ilusión de un «yo» separado persiste en todos, sin embargo, una vez que nuestro almacén de impresiones positivas se ha agotado los dioses se caen y otro sentimiento emerge con su ambiente correspondiente. Si los celos se manifiestan como el sentimiento principal, los seres se descubrirán a sí mismos en salas de armas. Anteriormente, buscaban espadas, pero hoy probablemente serían ametralladoras. Están profundamente perturbados por aquellos que disfrutan más felicidad que ellos mismos. Si la confusión surge como la mayor perturbación la mente puede tratar de esconderse entre rocas y plantas, y si los animales van ahí para aparearse, podríamos correr entre ellos. Así, los seres terminan con cuatro patas y un hermoso abrigo de pieles tanto durante el verano como en el invierno.

También es posible que la avaricia se vuelva predominante y ya durante esta vida esto hace a los seres visiblemente miserables. Aunque muchas personas lo tienen todo, sus posesiones solamente los encarcelan. Después de la muerte este estado general se condensa en una ansiedad por comida y bebida. Algunos, entonces, piensan que sus barrigas son tan grandes como San Francisco y sus bocas como la cabeza de una aguja. Otros experimentan que cualquier alimento se convierte en fuego o que espíritus desagradables los alejan de ellos. La peor contaminación de la mente, sin embargo, consiste en la ira y el odio. Estos maduran como el dolor mas grande. Hoy conocida como paranoia, uno tradicionalmente distingue ocho niveles de dolor del calor y ocho del frío. Adicionalmente, ahí existe un estado de «aburrimiento» y de «algunas veces».

Como se ha mencionado, los deseos realizaron esta presente vida humana y continuarán haciéndolo. Pero el karma es pegajoso y tiene efectos prolongados. Después de decidir el reino de renacimiento, éste, además, define el tipo de cuerpo que tomamos, en que medio ambiente nacemos y bajo que tipo de motivación vivimos. Sin embargo, como ser humano uno tiene todos los controles en sus manos. Teniendo un cuerpo sólido y siendo capaz de entender que es beneficioso o que causa daño, uno puede evitar sembrar las semillas para los eones de felicidad impermanente o profundo sufrimiento en los cuatro reinos no físicos o para períodos mas cortos de estupidez como animales. Lo más importante es la comprensión que no esta es una alternativa para la liberación y la iluminación. Los dioses se caen de nuevo. Los semidioses son celosos y pelean. Los animales se comen unos a otros. Los fantasmas están siempre frustrados y los seres infernales siempre sufren. Aún los humanos tienen los cuatro problemas básicos de nacer, la vejez, la enfermedad y la muerte. También, los mejores años de nuestra vida no carecen de las dificultades de conseguir lo que uno desea, de evitar lo que uno no desea, de mantener lo que uno tiene y tener que arreglárselas uno mismo con lo que es inevitable. Como esto ha estado sucediendo desde tiempos sin principio es imperativo encontrar valores duraderos.

Para cortar la raíz de todo sufrimiento, Buddha nos recomienda concentrarnos en aquello que esta más allá del nacimiento o la muerte, lo cual nunca ha surgido y nunca desaparecerá. Él no apunta a las imágenes sino al espejo mismo, mostrándonos el océano debajo de las olas. Ninguna experiencia condicionada o situación externa puede satisfacer verdaderamente. Solo la luz clara, abierta e ilimitada de la mente es completamente feliz y absoluta. Sus enseñanzas, ser esto en la vida, el renacimiento y los que está intermedio, apuntan solamente a compartir esta certeza. Con los métodos del camino del diamante cada uno de los bardos después de la muerte mencionados anteriormente se convierten en puertas hacia la iluminación. Ellos ofrecen oportunidades para confrontar la mente con su verdadera naturaleza y dejarla libre.

Durante los últimos veinticinco años Lama Ole Nydahl ha enseñado la transferencia de la conciencia, Phowa, a mas de 80.000 personas alrededor del mundo. Actualmente está trabajando en un libro sobre el tópico de la muerte, acorde con el Budismo.